Continúo con la serie de entradas respecto a la PBO por ser estos días la semana de Concienciación de esta lesión por parte de la asociación británica.
Como mencioné en el artículo anterior, al acercarnos a la franja de edad de entre 30 y 40 años, y sobre todo durante el periodo frío del año en el hemisferio norte (otoño e invierno), a veces ocurre por estrés, solemos tener dolor crónico en la extremidad afectada.
Reportamos episodios prolongados (varios días incluso) de dolor crónico en: hombro, cuello, espalda, a veces incluso entumecimiento u hormigueo en los dedos meñique y anular de la mano afectada.
Esto suele ocurrir independientemente del grado de la lesión, del tratamiento seguido -incluida cirugía-, o si han ocurrido micro lesiones posteriores.
En algunos casos afecta a la calidad de vida -y el estado de ánimo-, ya que necesitas más tiempo de descanso -puede afectar a tu ámbito laboral- requerir más visitas a médicos que no terminan de encontrar un tratamiento efectivo que nos ayude a aliviar ese dolor.
Por lo que solemos enfocarnos en encontrar algunas actividades que nos ayuden a mantener la movilidad y prevenir lesiones o dolores crónicos.
Unos compañeros tratan de dar con la tecla con el yoga -también hay algún caso que los instructores los han recibido de malas maneras-, otros incluso prueban el fitness, y otros probamos con la música normalmente alternando con guitarra para mantener la motricidad fina y la coordinación de ambas manos, y con la batería para trabajar otros aspectos como la coordinación con el resto del cuerpo.
Dicho esto vamos al meollo de mi caso.
En mi caso, empecé a notar dolor durante el otoño e invierno cuando me acercaba a los 30 años. Me extrañó, pues no recordaba que eso me ocurriese antes.
Mi primera medida fue usar en esas fechas buena ropa térmica.
Pero el problema persistía. Por aquel entonces, era más sedentaria y casera de lo que lo soy ahora. Pensé, quizá sea por eso, que últimamente estoy muy sedentaria, por lo que empecé una rutina de salir a caminar cada día.
Tomé nota que el frío me afectaba a determinadas horas, y el problema es que dolía el hombro, incluso notaba que afectaba al meñique y el anular. Y por lo que comentar a otros adultos en los espacios de la PBO es algo frecuente y que nos preocupa bastante.
Debido a nuestra lesión, en muchos casos, nuestro cuerpo no se auto regula térmicamente -ya que llega a afectar a la circulación sanguínea de la extremidad afectada- como debiera, por lo que la extremidad afectada puede entrar en hipotermia -y podemos tardar en darnos cuenta, incluso ni darnos cuenta porque como comenté en el artículo anterior nuestro umbral del dolor es distinto-, pues la extremidad afectada está a la temperatura ambiente y no a la corporal.
Esto lo he comprobado con diversos termómetros en invierno. Alguno electrónico da hasta fallo, pues no detectan menos de 30 grados.
Vamos que en invierno tenemos una mano frozen auténtica.
Además de usar ropa térmica, empecé a usar mitones, me permitía tener algo más abrigada esa mano, y al tener la zona de las yemas abierta podía hacer otras tareas a la vez.
Incluso comencé a hacer rueda de hombro con la mayor frecuencia que me era posible durante la semana.
Y por cierto azar, llegó a mi un botecito de CBD. Con muchas dudas lo probé, y ciertamente en algún conato de crisis aliviaba pues su composición relaja internamente el sistema nervioso.
No quería tener que depender de tomar nada así que seguí buscando alguna actividad que me ayudase.
El vocal de la asociación estadounidense UBPN, es uno de los adultos divulgadores en YouTube, y en alguna ocasión además de mostrar como a veces como ayuda usa una férula para dormir, o como hacía fitness o natación como mantenimiento, también mostró como alterna él tocar la guitarra con tocar la batería también como actividad lúdica y de mantenimiento.
Como la guitarra y la batería siempre fue algo a lo que le insistí a mi traumatólogo y a mi rehabilitador pero siempre recomendaban sólo el genérico de natación o bicicleta -cosa que también he hecho por varios años-, decidí probar.
Aún recuerdo una noche en el porche de la casa de mi tio abuelo materno, por alguna razón salió una guitarra, y me fascinó ver que pulsabas las cuerdas y sonaba y era bonito. Quizá tuvo algo que ver que eran los 90 y estaba en la tierra natal de Narciso Yepes.
Desde aquella noche pedí guitarra en casa, pero lo más que conseguí fue que me regalasen esos reyes -aún no tendría yo los 5 años- una de juguete, que sólo sonaba la misma melodía si pulsabas un botón, pero que las cuerdas no sonaban. Y como a su vez el especialista nunca lo recomendó, pues esa actividad quedó olvidada en un cajón del tiempo.
No obstante mi interés con la música era todo lo constante que podía. Perternecí a dos corales escolares con el rango de contralto y aprendí por mi cuenta a tocar melodías en el teclado. Pero cuando nuestro director del coro escolar dejó el centro, se acabó el proyecto. Y como mi padre aún pensaba que el conservatorio de nuestra ciudad estaba a las afueras, no teníamos coche, finalmente no entré en plazo para acceder ese curso al conservatorio de nivel elemental.
Me enteré un año después que estaba cerca de mi barrio, pero para entonces el instituto me ocupaba tiempo con otras actividades extraescolares.
En el instituto nuestro profesor de música en bachillerato nos enseñó algo de guitarra pues era parte del temario y estaba el instrumento en el aulario, incluso un día nos montó una batería y todos probamos a tocar algún ritmo sencillo.
Sólo terminamos la tarea un compañero heavy, que era batería en una banda, y yo.
Antes de la tarea pensé que me sería imposible coordinarme con un ritmo concreto, pero para mi sorpresa y autoestima fui capaz. Pero como ya se me ocupaba la tarde con otras actividades extraescolares (inglés y francés en la EOI y teatro en el instituto) no traté de aprender más.
Y con 19 años, mi madre me regaló una guitarra para aprender. Fue de sus últimos regalos -guardo y siempre guardaré esa guitarra como oro en paño aunque sea tan sencilla-, pues esas Navidades un ictus se nos la llevó.
Pasaron otras cosas que no son relevantes para este artículo salvo que el año que viví de nuevo en Valladolid quise retomar la guitarra de modo autodidacta y me compré una guitarra eléctrica, pero otras cosas ocupaban mi agenda y perdía una y otra vez la disciplina y continuidad que permite progresar.
Y este enero de 2023, como nueva propuesta de año y por una academia de música -que comencé a seguir por Facebook por unas amistades del instituto- me acerqué a preguntar si aún podía incorporarme.
No tenía la idea de salir con la maestría de Paco de Lucía, pero sí tenía de referentes a Django Reinhardt y Toni Iommi, aunque ellos sabían tocar guitarra antes de sus lesiones, y estas les afectan a la mano izquierda, no la derecha como mi caso.
A estas alturas de mi vida, prefiero enfocarme en lo que puedo hacer a abrumarme por lo que no, así que asumiendo que quizá alguna técnica me costase más, o no pueda hacerla, aún así decidí probar.
Obviamente algo le comenté al respecto a mi maestro de guitarra clásica -que además tiene formación de musicoterapia- más que nada por dejar claro que quizá alguna técnica me costaría más y que lo asumo.
Durante 6 meses, he ido dos horas seguidas a clase una vez a la semana.
Al principio temí que quizá dos horas seguidas sería mucho, pero no afectó a la mano.
Para avanzar, como tantas cosas en la vida, -como los años de rehabilitación pediátrica que llevamos a las espaldas- es cuestión de constancia. Así que todos los días -motivada por aprender bien las notas en su traste y cuerda correcto- repasaba de nuevo el repertorio de clase, ya que como el curso empieza en septiembre, mis compañeros iban un poco más avanzados y quería ponerme más al nivel del resto del grupo.
Vi que el modo de pulsar la guitarra clásica, me ayuda mucho a la motricidad fina, a ejercitar los dedos, a coordinar bien ambas manos, y a aprender bien a ubicar pues en la referencia correcta de clásica a cada cuerda le corresponde un determinado dedo como vemos en la ilustración de este párrafo.
Además que el modo de posicionar o sostener la guitarra, el punto donde apoya el codo, me queda relajado.
Sea por la guitarra, sea por todas las otras rutinas preventivas, el caso es que desde que empecé a aprender guitarra no he vuelto a tener esos episodios de dolor crónico en la extremidad afectada.
De hecho, en junio hicimos un recital con el resto de compañeros de la academia, y recibí inesperadamente bastantes halagos.
Ese mismo mes la academia iba a participar en un reportaje sobre historias de superación, y no participé porque no consideraba que mi historia vital fuese eso, para mi era algo muy personal, al punto que no lo veía algo especial.
Ese mismo mes también se dio una convivencia de toda la academia fuera del aulario y ya comenté a mi maestro de clásica que para este curso quería tratar de alternar clásica y eléctrica, o clásica y batería.
El maestro de batería me hizo una pregunta a la que le di vueltas durante horas. ¿qué quieres expresar cuando tocas música?
Mi primera respuesta, ya que venía de un ámbito más literario fue: no lo sé bien, porque perdí mi voz narrativa. (Ya explicaré más adelante en otro artículo en esta bitácora cómo perdí mi voz narrativa).
24 horas después, por casualidades coincidí con el maestro de batería en un concierto suyo, al final se acercó a saludar a las mesas, y le dije que tenía respuesta: esperanza, resistencia y crear puentes.
Finalmente este septiembre he empezado a alternar con ambas guitarras, pues ya tengo ambos instrumentos, y estos desarrollan técnicas distintas, y me pueden ayudar de modo distinto al mantenimiento motriz.
Con la eléctrica al tocar con la púa, bien sobre la misma cuerda, o alternar entre dos cuerdas, o ascender o descender de una cuerda a otra, o saltar entre varias cuerdas, o el rasgueo de acordes -la clásica también hace rasgueo de acordes- me ayuda a hacer cierto ejercicio en la muñeca.
Hay que enseñar a la extremidad -más la mano izquierda en los trastes que la derecha en las cuerdas- a hacer cierto reposicionamiento rápido al subir o bajar a lo largo del mástil, etc.
Es cierto que la posición es distinta a la clásica. En la eléctrica noto que el codo requiere estirarse algo más, pero sigue siéndome una posición relajada.
De todos modos, los maestros se preocupan mucho de la parte ergonómica al tocar todo el alumnado, nos recuerdan que no estemos tensos, que relajemos el cuerpo. Incluso se hace ejercicio al respecto.
Este curso la academia ha empezado a dar la opción reglada, que equivaldría al Elemental de música, según tengo entendido, eso me permitiría dar clases.
Por lo que pensando que seguramente a otros compañeros poder aprender guitarra les ayudaría mucho, me fue motivación suficiente para ponerme esa meta personal.
Aprender todo lo posible para poder enseñar a otras personas con mi lesión, tanto para ayudar en la motricidad como para el autoestima.
La parte del autoestima es importante. Ver que vas aprendiendo técnicas que te parecían casi imposibles, piezas y un repertorio que no te creerías que podrías aprender, y la convivencia de los compañeros en las clases.
Quizá podría haber dado clase privada, pero seguramente habría sido un error en ese sentido.
Me anima poder ver que no soy yo la única que le cuesta hacer determinada técnica o acorde, hasta que al final sale.
Si diese clases particulares podría pensar erróneamente que "bah esto no es para mi, es muy frustrante, mejor lo dejo" con sólo un mes de clase.
Uno de los primeros días de este curso, que por casualidades tenia clase de eléctrica y a continuación de clásica, el maestro de batería me comentó ¡que dedicación!
Y hasta ese momento no caí, que yo misma me había puesto la meta que he comentado antes: aprender todo lo posible para poder ayudar a mis compañeros con PBO en la asociación española.
Poder aconsejar aprender algún instrumento como la guitarra o la batería como actividad complementaria, o realizar algún taller -con la experiencia propia personal de que nos puede costar más aprender o menos- en alguna de las convivencias de PBO en el futuro, no sólo por el aspecto motriz sino también por el psicológico.
En el próximo artículo explicaré mi experiencia en el ámbito educativo o escolar.
Nos vemos pronto.
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